Son las 9 de la mañana del día
6 de julio y
Pamplona ya bulle, ya se está transformando. Con el pañuelo rojo en el bolsillo y la faja recién atada, de blanco, de momento, impoluto de los pies a la cabeza, las cuadrillas de amig@s se dan cita para cumplir con el primer ritual de la fiesta,
¡el almuerzo!, antes del chupinazo a las 12:00.
Pamplonicas y forasteros, se hermanan en torno a una mesa colorida de platos, con chistorra y chorizo, patés artesanos, relleno y morcilla de la tierra, acompañados de huevos fritos con jamón… ¡Hay que coger fuerzas y porque el estómago tiene que aguantar al máximo en las mejores condiciones¡ No te puedes perder ni una sólo hora de saltar, bailar, disfrutar… por las calles empedradas del Casco Viejo, por el Paseo Sarasate y la Plaza del Castillo y hasta por Carlos III. El
programa es tan “rico y variado” que hay que elegir y elegir bien. Y ese almuerzo solo es el primer paso de un intenso
Tour gastronómico que dura tantos días como el cuerpo aguante.
La fiesta tiene sus tradiciones también en la rica cocina navarra. Por eso, en algún momento de ese Tour festivo tendremos que degustar unos
Espárragos de Navarra, unas pochas a la navarra (con sus pimienticos, sus tomates, sus puerros, sus cebollas…) o con hongos beltza o con almejas o un ajoarriero; esto último a ser posible como merienda en la plaza de toros. La boca se nos hace agua con un buen
Cordero de Navarra al chilindrón, un tierno chuletón de
Ternera de Navarra o unas excelentes chuleticas… Si ya lo riegas todo con un tinto, blanco o un rosado de DO Navarra o con un
cava, ¡que también de cavas sabemos mucho en Navarra! tienes el éxito garantizado.
Para empezar el día de buena mañana, se impone un chocolate con
churros y porras para recuperarnos de los sustos del encierro. Después, hacia mitad de los sanfermines, es típico degustar el estofado de toro que sigue siendo el protagonista de estas fiestas, incluso en el plato. Los Espárragos de Navarra y los
Pimientos del Piquillo de Lodosa, solos o rellenos, sientan bien a cualquier hora y se acoplan en cualquier menú, pero siempre recuerda pedir de los auténtico, con Denominación de Origen. Otro plato típico muy ligado a las fiestas es el
relleno, una morcilla blanca que está elaborada a base de huevos, tocino de cerdo, sebo de cordero, arroz, cebollas, ajos, intestinos de cordero, perejil y azafrán, que es el ingrediente que le confiere ese color amarillo.
Si más bien eres de
“callejear”, nada mejor que tapear por los bares o saborear un buen bocata sobre la marcha. Al mediodía sobre todo, Pamplona sabe a pan, a fritos variados, a patatas bravas y vermout. Por la noche, la duda estará entre sentarnos con un suculento
bocata en la Vuelta del Castillo para contemplar el espectáculo de los
fuegos artificiales o bien aposentarnos en la mesa de un restaurante para degustar una opípara cena que culminará con el broche perfecto de los postres: la deliciosa cuajada, la goshua, la tarta helada de San Fermín o el membrillo con queso de
Idiazabal y
Roncal acompañados de nueces y - ¡no faltaba más! - con un buen
Pacharán de Navarro .
Tenemos que guardar algo de hueco en nuestros estómagos para los productos artesanos, ecológicos y de producción integrada…porque si somos lo que comemos y bebemos, vamos a cuidarnos bebiendo y comiendo calidad… ¿por qué no? ¡San Fermín hace milagros! y, bajo su capote, se unen en maridaje perfecto las recetas de la abuela con la comida moderna, la tradicional y la nueva cocina. En cualquier rincón de Pamplona y probando, degustando, maridando….
Seis de julio. Empiezan los
Sanfermines, la fiesta está servida… ¡la gastronómica también!